jueves, 30 de mayo de 2013

Siempre te querré

AUTORA: Syramar

Una madre cargaba a su nuevo bebé y muy despacio lo 

arrullaba de aquí para allá y de allá para acá. Y mientras 

lo arrullaba, le cantaba: 

Para siempre te amaré,

Para siempre te querré,

Mientras en mí haya vida,

Siempre serás mi bebé.

El bebé crecía. Crecía... crecía y crecía. A los dos años el 

corría por toda la casa. Jalaba los libros de los 

estantes. Sacaba toda la comida del refrigerador, y cogía el

 reloj de su mamá y lo tiraba en el inodoro. 

Algunas veces su mamá le decía:

—¡Este niño me está enloqueciendo!”

Pero cuando llegaba la noche y aquel niño de dos años 

finalmente estaba tranquilo, ella abría la puerta de su 

cuarto, gateaba hasta su cama, y miraba a su hijo desde allí 

abajo; y si realmente él estaba dormido, ella lo 

levantaba y lo arrullaba de aquí para allá y de allá para acá.

 Y mientras lo arrullaba le cantaba: 

Para siempre te amaré,

Para siempre te querré,

Mientras en mí haya vida,

siempre serás mi bebé.

El niño crecía. Crecía... crecía y crecía. A los nueve años 

nunca quería llegar a cenar, nunca quería tomar el 

baño, y cuando llegaba la abuela de visita, siempre decía 

palabras muy malas. Algunas veces su madre 

deseaba venderlo al zoológico. 

Pero cuando llegaba la noche, y el muchacho estaba 

dormido, la madre silenciosamente abría la puerta de su 

cuarto, gateaba hasta su cama y miraba a su hijo desde allí 

abajo; y si realmente él estaba dormido, ella 

levantaba a aquel muchacho de nueve años y lo arrullaba de 

aquí para allá y de allá para acá. Y mientras lo 

arrullaba, le cantaba: 

Para siempre te amaré,

Para siempre te querré,

Mientras en mí haya vida,

siempre serás mi bebé.

El niño crecía. Crecía... crecía y crecía. Crecía hasta que

 llegó a ser un joven. Tenía amigos raros, se vestía 

con ropa rara, y escuchaba música rara. Algunas veces la

 madre sentía estar en un zoológico. Pero cuando 

llegaba la noche, y el joven estaba dormido, la madre 

silenciosamente abría la puerta de su cuarto, gateaba

 hasta su cama y miraba a su hijo desde allí abajo; y si 

realmente él estaba dormido, ella levantaba a aquel 

muchachote y lo arrullaba de aquí para allá y de allá para 

acá. Y mientras lo arrullaba, le cantaba

Para siempre te amaré,


Para siempre te querré,


Mientras en mí haya vida
,
Siempre serás mi bebé.

Aquel joven crecía. Crecía... crecía y crecía. Crecía hasta 

que llegó a ser un hombre. Entonces se fue de la 


casa y se cambió para una propia al otro lado del pueblo.

 Pero algunas veces cuando las noches estaban muy 

oscuras, la madre sacaba su automóvil y se dirigía 

especialmente a la casa de su hijo. Y si estaban apagadas

 todas las luces en la casa de su hijo, ella abría la ventana 

de su cuarto, entraba gateando por el piso, y 

miraba a su hijo desde allí abajo; y si realmente ese hombre 

bien grande estaba dormido, ella lo levantaba y lo

 arrullaba de aquí para allá y de allá para acá. Y mientras lo

 arrullaba, le cantaba:

Para siempre te amaré,

Para siempre te querré,

Mientras en mí haya vida

Siempre serás mi bebé.

Bueno a través del tiempo, aquella madre envejecía.

 Envejecía... envejecía y envejecía. Un día llamó a su


hijo y le dijo:

—Sería mejor que vinieras a verme porque ya estoy muy

 vieja y enferma.


Entonces su hijo fue a verla. Cuando él entró en su cuarto, 

ella trató de cantarle la canción.


Para siempre te amaré,

Para siempre te querré...

Pero ella no pudo terminar la canción porque ya era demasiado vieja y enferma. El hijo se acercó a su madre. 

La levantó y la arrulló de aquí para allá y de allá para acá. Y mientras la arrullaba, le cantó: 

Para siempre te amaré,

Para siempre te querré,

Mientras en mí haya vida,

Siempre serás mi mamá.

Cuando el hijo regresó a su casa esa misma noche se quedó 

pensativo por 

largo tiempo a lo largo de las gradas. Después se fue al 

cuarto de su hijita recién nacida que estaba 

durmiendo. La levantó en sus brazos y la arrulló 

de aquí para allá y de allá para acá. Y mientras la arrullaba, 

le cantaba: 

Para siempre te amaré,

Para siempre te querré,

Mientras en mí haya vida
,
Siempre serás mi bebé.


Imagen:  Donal Zolan

ima

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